Después de aproximadamente 25 años de mantenerse bajo cuidado profesional de especialistas en el Quito Zoo, el oso de anteojos más anciano de este centro de rescate falleció. “Pablo”, el nombre de manejo que se le asignó para identificarlo, deja un importante legado para la investigación y conservación sobre su especie, ya que fue parte de proyectos científicos de manejo que después se aplicaron en los bosques y páramo donde vive el oso andino.
La edad estimada que alcanzó Pablo fue de 27 años, por ello era un animal de cuidado geriátrico. A lo largo de su vida en nuestra institución, la atención a Pablo, como a todos los animales del Quito Zoo, se basó en garantizarle una nutrición adecuada, un espacio y ambiente cómodo y seguro para su vida, así como un control prolijo y profesional de su salud para asegurar su estabilidad física, emocional y comportamental.
Un animal relevante para la conservación
Para la Fundación Zoológica del Ecuador es imprescindible destacar la relevancia de Pablo en el contexto ambiental, gracias al aporte que brindó para investigaciones que han sustentado varias acciones para conservar al oso andino en vida silvestre. Por ejemplo, junto a Pablo se determinó el tamaño del collar de identificación para individuos de su especie en vida silvestre (en cada región los osos tienen tamaños y pesos diferenciados); implementar estrategias de detección de osos, obteniendo muestras de su ADN, como una medida de mitigación ante el conflicto humano-fauna silvestre que se genera en diversas zonas del país; o el uso de sus heces como un mecanismo que aporta en la rehabilitación de osos rescatados de otros centros a quienes se espera reinsertarlos en su hábitat.
Junto a Pablo avanzamos en los protocolos para atención de osos, aprendimos con él, para él y para todos los osos. El acompañamiento veterinario fue cada vez mejor, y así pudimos garantizar que él siempre fue un apoyo para la labor de educación y sensibilización en la conservación del oso andino en nuestro país.
Una vejez con calidad de vida
Por su condición de oso geronte, durante los últimos años Pablo recibió atención prioritaria en su alimentación en el Zoo; ello implicó que el horario de alimentación del resto de animales dependía de la planificación determinada para este oso andino. Pablo presentaba un cuadro de osteoartrosis, una enfermedad que le provocaba dolores musculoesqueléticos, lo cual se contrarrestaba con medicamentos específicos para aliviar sus molestias. Asimismo, recibía complementos nutricionales para suplir el desgaste propio de su edad. Esos productos son de alto costo, pero pudimos adquirirlos gracias a los aportes de madrinas y padrinos de los osos del Zoo.
El equipo veterinario del Zoo efectuaba control rutinario de su salud, mediante chequeos con los que se monitoreaba el funcionamiento de su corazón, riñones, hígado, pulmones y estado de sus articulaciones, mediante radiografías. A eso se sumaba la supervisión diaria que nuestro equipo de zoocuidadores y zoocuidadoras desplegaban en sus labores diarias, para cerciorarse que Pablo se mantenía bien, tanto a nivel físico como comportamental.
Como complemento fundamental a la atención y cuidados que recibía, este oso de anteojos también tenía el estímulo permanente de acciones que desafían su cuerpo y mente para que exprese conductas propias de su especie, lo que se conoce como enriquecimientos, que pueden ser de orden ambiental, sensorial, social, entre otros, según las necesidades del animal. En sus últimos años, se hizo énfasis especialmente en los aspectos olfativos y táctiles, para generar estímulos sensoriales en Pablo.
También fueron importantes los cambios estructurales implementados en su recinto en 2019, con la instalación de tarimas y escaleras que le daban la facilidad de moverse seguro y distendido en el espacio que compartía con “Suro”, el otro oso andino que habita en el Zoo. Adicionalmente, hace pocos meses se construyó una ampliación en la zona posterior del recinto de osos y de los cuartos de noche, para que Pablo y Suro tengan la libertad de escoger permanecer al aire libre o refugiarse en el interior. Esto logró ejecutarse también gracias al respaldo de padrinos y madrinas.
Con el paso del tiempo, el legado que deja Pablo para la conservación del oso andino y para el trabajo ex-situ con esta especie se sentirá con mucha más relevancia, porque su historia es inédita y el recuerdo de su trascendencia debe ser motivación para futuras generaciones.
«Hay despedidas más duras que otras. Solo queda apostar porque en el cielo de los osos todas las frutas sepan a miel».
(Omar Morán, integrante del equipo de zoocuidador@s de Pablo)
Para conocer más a Pablo, puedes ver esta miniserie que realizamos sobre su historia: