Después de varios meses de planificación y semanas de trabajo minucioso, el Zoológico de Quito cuenta con un oso andino en su población. Es un individuo que vivió durante años como mascota de una colección privada. Su nombre de manejo es Timoleón. Quienes lo visiten podrán entender de cerca la realidad de esta especie en el país, su rol ecológico en los bosques nublados y su papel en la conservación de bosques nublados como el Chocó Andino.
La extracción de osos andinos de su hábitat no es un hecho aislado, se conocen varias historias de osos que han sido cazados con fines comerciales con la intención de mantenerlos como mascotas o para el uso de las partes de sus cuerpos. Por otro lado, según el “Plan de Acción para la Coexistencia entre la Gente y la Fauna Silvestre en el noroccidente del DMQ, 2023-2027” el mayor número de conflictos entre pobladores de áreas rurales y la vida silvestre ocurren con el oso andino. Esto pone en peligro directo y constante a una especie que habita en bosques que se reducen rápidamente debido a las actividades humanas, lo que conlleva a que los osos se alimenten de cultivos y ganado, y como consecuencia sean agredidos.
Cuando estos animales son rescatados, el ofrecerles una oportunidad de vida bajo cuidado humano es una acción que implica el trabajo conjunto de varias organizaciones vinculadas con la conservación y el cuidado de animales silvestres. La historia del oso Timo lo evidencia.
Cuidado, traslado y adaptación
Este oso es un individuo de aproximadamente de 20 años. Estuvo bajo cuidado profesional en el Bioparque Amaru de Cuenca desde 2018, después de ser entregado a esa institución, proveniente de una colección privada. Para Martín Bustamante, director del Zoológico de Quito, la llegada de un oso andino a este centro de rescate representa “un gran desafío, pues los osos son animales con comportamientos complejos. Además su cuidado requiere el involucramiento de profesionales de varias ramas y un equipo que esté atravesando constantemente formación y actualización, y se debe considerar una serie de normas de seguridad frente a estos poderosos animales”.
El 18 de julio pasado, en la clínica del Bioparque Amaru en Cuenca, el equipo de Bienestar Animal del Zoológico de Quito, junto al equipo de cuidado animal de Amaru y veterinarios de diferentes especialidades (odontología, ecografía, oftalmología y anestesiología) efectuaron un chequeo integral al oso como parte de una revisión de medicina preventiva que se realizó a cuatro osos de la población de esa institución y que ha servido para estandarizar las técnicas y proponer nuevos procedimientos para procurar la salud de osos entre varias instituciones. Esta acción fue el inicio de su traslado a Guayllabamba.
Enseguida, Timo viajó desde Cuenca a Quito en un furgón destinado al transporte de este tipo de mamíferos, con ventilación y espacio adecuado, cubriendo las necesidades de salud y bienestar. Los zoocuidadores y equipo veterinario a cargo de este traslado monitorearon el comportamiento y condición del animal, para asegurar que no presente ningún problema en su movilización. En cada momento de supervisión de su estado, a Timo se le ofrecía hidratación por vía oral y se mantenía el control de parámetros ambientales dentro del furgón.
Al llegar al Zoológico de Quito en Guayllabamba, Timo mostró cierto recelo para ingresar a su nuevo hogar. Fueron algunas horas de espera, hasta que estuvo más tranquilo y pudo salir del furgón por su propia voluntad. Mientras tanto, los integrantes del equipo de Bienestar Animal cuidaron todos los detalles de seguridad en la entrada del recinto. En los cuartos de noche, iluminados con luz que calienta el ambiente, colocaron heno y alimento para que el animal cuente con los primeros insumos básicos para su bienestar. Finalmente, Timo entró al área donde pudo descansar del viaje y comenzar a reconocer el lugar donde se mantendrá bajo cuidado profesional.
A partir de su ingreso, Timo comenzó un proceso de adaptación integral. Esto no implica solamente el reconocimiento del oso de las diferentes áreas de un recinto de aproximadamente 500 metros cuadrados, a los que se suman sus cuartos de noche y dos zonas exteriores con infraestructura que le permite desarrollar comportamientos propios de su especie en vida silvestre, como trepar árboles y explorar, ya que también involucra una observación permanente de la conducta del animal en los diferentes momentos de su rutina diaria, como de alimentación y descanso, así como un proceso constante de condicionamiento operante, llevado a cabo por sus zoocuidadores.
El condicionamiento operante es una técnica de aprendizaje con la que el animal asocia refuerzos positivos (recompensas de alimento, por ejemplo, mermelada de sandía) con determinada conducta. En el zoológico se emplea esta técnica para promover comportamientos médicos voluntarios, seguros para el animal y sus cuidadores.
En el caso de Timo, lo primero que se trabajó fue acostumbrarle a sentir la presencia de los zoocuidadores cerca de él, para que ingrese voluntariamente al cuarto de noche. También se ha comenzado a trabajar técnicas básicas como el seguimiento del “target”, el mismo que permite posicionar al animal para que los médicos veterinarios puedan evaluar distintas zonas del cuerpo o que suba a una balanza y poder realizar controles de peso.
David Mora, director de Bienestar Animal del Zoológico de Quito, explicó que “mantener esta especie bajo altos estándares de bienestar, permite seguir introduciendo niveles más técnicos de cuidado e investigación de esta especie, generando datos que aportarán a la conservación de la misma. La institución cubre los requerimientos de las especies a través de estándares internacionales de cuidado que buscan asegurar la calidad de vida desde diferentes enfoques, tomando al bienestar como un conjunto de acciones integrales, como lo son la salud física, la nutrición, el entorno y la conducta. En esta última, se promueven comportamientos propios de la especie, mediante diferentes estímulos enriquecedores como son las técnicas de entrenamiento que fomentan conductas médicas voluntarias”.
Esta fase de adaptación se desarrolló durante cerca de un mes y medio, bajo una observación atenta del equipo de Bienestar Animal, para vigilar que no tenga ninguna conducta que pueda ponerlo en peligro al oso, ni a los cuchuchos que también fueron mascotas y con los que comparte el espacio donde los visitantes pueden observarlo. Esta interacción entre especies se promueve en zoológicos ya que son animales con hábitos distintos, pero que se complementan de buena manera. Las actividades de uno son observadas por el otro, debido a que sus presencias representan una permanente generación de estímulos visuales, olfativos, sensoriales.
El oso andino es una especie prioritaria
El oso andino, Tremarctos ornatus, también conocido como oso de anteojos, dentro de la Lista Roja de Mamíferos del Ecuador se lo cataloga En Peligro (EN), mientras la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) cataloga a esta especie como Vulnerable (V) a nivel de los Andes. La cacería, el crecimiento de la frontera agrícola, la explotación por extraer recursos naturales, la presencia de perros ferales y los conflictos entre gente y fauna silvestre, están entre las principales amenazas que sufre el oso andino en vida silvestre.
Su hábitat se encuentra desde los páramos, que bordean los 4.000 metros sobre el nivel del mar, hasta bosques piemontanos, en aproximadamente 1.000 metros sobre el nivel del mar, a ambos lados de la cordillera de los Andes. El bosque nublado que se despliega por la región del Chocó Andino, territorio que se mantendrá libre de explotación minera, por los resultados de la Consulta Popular del pasado 20 de agosto, es un área geográfica donde habitan osos andinos y donde se lleva a cabo una importante tarea de investigación y conservación por la especie.
Según el “Plan de Acción para la Coexistencia entre la Gente y la Fauna Silvestre en el noroccidente del DMQ, 2023-2027” la mayoría de conflictos entre pobladores de áreas rurales y vida silvestre suceden con el oso andino, esto se da porque compiten cada vez más por el espacio y los recursos debido a la presencia de actividades humanas en el territorio donde habita el oso. El conflicto se da porque las interacciones no son positivas, debido a la pérdida de su hábitat el oso se alimenta de ganado o cultivos ocasionando agresiones directas hacia ellos. Este hecho puede llevar a la extinción local o completa de la especie. Este escenario revela la urgente necesidad de promover en las zonas del oso, acciones orientadas a la coexistencia entre la vida silvestre, las actividades humanas y la satisfacción de necesidades básicas que permanecen desatendidas en contextos de pobreza.
El lograr esa coexistencia que permita la conservación de la biodiversidad y de especies amenazadas como el oso andino requiere de un trabajo conjunto entre el sector público, las instituciones que trabajan por la conservación, la ciudadanía y las comunidades cercanas a las zonas donde se da una interacción directa con las fauna silvestre; de tal forma que sea posible implementar prácticas y políticas que minimicen los conflictos entre la gente y la fauna, al tiempo que se promueve la conservación de la biodiversidad y el bienestar de las comunidades locales.