Querida Sisa:
Tu historia me ha conmovido profundamente. ¿Será por la inocencia y la imaginación de la infancia? De niña, como muchos otros, también creía que el oso de anteojos llevaba anteojos de verdad y me lo imaginaba en el bosque leyendo el periódico. Dormía abrazada a un osito de peluche más grande que yo, que me hacía sentir protegida. Nací en Loja, una ciudad al sur del Ecuador, y una de mis ilusiones más grandes al visitar por primera vez el Parque Nacional Podocarpus, era encontrar ositos de anteojos como tú, guardianes de nuestros bosques y páramos. Me los imaginaba muy intelectuales con sus anteojos, leyendo algún mapa de rutas que explorar en la inmensidad de la naturaleza.
Hoy en día hay tantas causas por las cuales luchar, pero tu historia en particular me tocó el corazón. Espero que este pequeño aporte te acerque un poco más a un refugio seguro.
Aunque quizás hayas perdido la oportunidad de vivir en el entorno que te corresponde, nos has dado la oportunidad de redescubrir la humanidad que aún persiste en las personas, gracias a tu historia y los esfuerzos llevados a cabo por QuitoZoo.
¡GRACIAS, SISA!
Con cariño,
Carolina Costa García y Cielo