Desde 1997, el Zoológico de Quito funciona en Guayllabamba como un centro de rescate de animales que fueron víctimas del tráfico de vida silvestre y de la mascotización. Son miles de historias de seres que no han podido volver a su hábitat porque las circunstancias en las que llegaron les obliga a mantenerse bajo cuidado humano, brindándoles una nueva oportunidad de vida con calidad. Pero también hay casos de animales que han podido ser reinsertados, gracias a procesos profesionales enfocados en ese objetivo.
A ese trabajo por el bienestar animal, la educación para la conservación es un complemento imprescindible para despertar una necesaria conciencia y sensibilidad ciudadana que fortalezca nuestro trabajo por los animales y por el medio ambiente. Por eso, en esta historia del QuitoZoo, la comunidad tiene un protagonismo clave, gracias a sus visitas y gracias a innumerables experiencias compartidas, enfocadas siempre en aproximarnos hacia la maravillosa fauna y la encantadora naturaleza.